Peregrinos
PEREGRINOS
Ana Isabel Molina
Como rumor que trae el viento los escuché,
la tierra temblaba ante sus pasos,
la oscuridad se disipaba y el sendero
por el que andaban
a cada paso se iluminaba,
blanquecina luz que la tierra alumbraba.
Eran muchos, en caravana andaban
rumbo al mismo sitio,
oculto tras la montaña
viajaban para visitar al rey
que apenas había sido coronado
en aquel trono de mármol.
Hombres y mujeres, de ropajes
sencillos y gastados
marchaban cansados,
cantaban melodiosas palabras
¡Oh como desearía que vieran lo que yo vi!
La mirada de aquellos
peregrinos
errantes por el camino
a simple vista olvidados,
la paz en sus rostros,
la vi y la quise para mí y
entonces los seguí.
Crucé la espesura del bosque,
seguí sus huellas,
las huellas de unos pasos que supe que
jamás serían borrados, y también quise dejar los míos
como ellos lo habían hecho.
Me uní a los peregrinos,
como la más pequeña al final de la caravana,
preparada para observarlos,
intenté imitarlos,
¡Oh como danzaban!
Me miraron, y me abrazaron,
no me juzgaron y como una más en aquel peregrinaje
me uní para ir a ver a su nuevo rey, entonces
como verdad revelada, me sentí como en casa,
con aquella familia
errante y libre, casi olvidada
pero de retumbantes pasos
que serían recordados
aun cuando la tierra
agonizara.



El olvido es la huella pavorosa de la rancia errancia que busca y no halla; la memoria es el canto magnético de una calma acrisolada por remembranzas encontradas... El camino también camina, y el caminante también es caminado, por eso cuando te leo encuentro una elevada cima, escondida en la sima de un acantilado.
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